Había una vez un viejo muy pobre que apenas veía, tenía
el oído muy torpe y le temblaban las rodilla. Cuando estaba a la mesa apenas podía sostener su cuchara, dejaba
caer la sopa en el mantel, e incluso algunas veces, escapar la baba.
La mujer de su hijo y el mismo nieto estaban muy
disgustados con él, hasta que, por último, lo dejaron en el rincón de un cuarto, donde
le llevaban su escasa comida en un plato viejo de barro. El anciano lloraba con
frecuencia y miraba con tristeza hacia
la mesa.
Un día se cayó al suelo y se le rompio el plato
que apenas podía sostener en sus temblorosas manos. Su nuera lo llenó de
improperios, a los que no se atrevió a responder, y bajó la cabeza suspirando. Le
compraron una vasija de madera, en la que se le dio de comer de allí en
adelante.
Algunos días después, el hijo y la nuera vieron
a su niño, que tenía algunos años, muy ocupado en reunir algunos pedazos de
madera que había en el suelo. ¿Qué haces? pregunto el padre.Una vasija contestó para dar de
comer a papá y mamá cuando sean viejos.
el marido y la mujer se miraron por un momento
sin decirse una palabra. Después se hecharon a llorar, volvieron a poner al
abuelo a la mesa y comió siempre con ellos, siendo tratado con la mayor
amabilidad.
hermanos grimm
“Por severo que sea un padre juzgando a su hijo,
nunca es tan severo como un hijo juzgando a su padre” Enrique Jardiel Poncela
“La primera mitad de nuestra vida nos la
estropean nuestros padres; la segunda nuestros hijos” Clarence S. Darrow
“No podemos modelar a nuestros hijos según
nuestros deseos, debemos estar con ellos y amarlos como Dios nos los ha
entregado” Goethe
“Los niños comienzan por amar a los padres. Cuando ya han crecido, los juzgan, y, algunas veces, hasta los perdonan” Oscar Wilde
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